“No quiero decirle nada porque sé que se va a enfadar conmigo”. “Sé que si voy a hacerme la prueba al médico, lo voy a pasar mal”. “Si hablo en clase se van a reír de mí, voy a hacer el ridículo”.
Estos y más. Nos imaginamos las situaciones y anticipamos que algo va a salir mal (o no lo bien que desearíamos). Hablamos o pensamos con una certeza irreal, ya que no podemos predecir lo que va a pasar, y esto nos lleva a no intentarlo o a lo que llamamos la profecía autocumplida: aceptamos esa creencia de que va a suceder lo peor y esos pensamientos y sentimientos se traducen en comportamientos que nos llevan a actuar de manera que se cumpla dicha creencia.
Emoción y pensamiento están conectados, así pues si una persona está deprimida, con una autoestima baja, tendrá un sesgo negativo en el pensamiento “Mira cómo soy, cómo me van a elegir a mí para el puesto… no voy a pasar la criba”. Es un círculo vicioso ya que este pensamiento alimenta la emoción negativa y bloquea la acción que podría romper el círculo.
Nuestro cuerpo responde ante los pensamientos que tenemos, así que si imaginamos una escena desagradable para nosotros, en la que asumimos que hay riesgo y peligro de que nos pase algo malo, reaccionará con síntomas de ansiedad. En muchas ocasiones nuestros pensamientos están tan automatizados que sólo somos capaces de percibir esa ansiedad. Debemos intentar hacer conscientes estos miedos y pensamientos para movilizarnos hacia el cambio. Una vez que reconozcas esos pensamientos negativos podrás cambiarlos, anticipar todas las situaciones posibles, no sólo las negativas, y conseguirás reducir esa ansiedad.