Todos hemos sentido en alguna ocasión esa sensación desagradable de angustia ante algo amenazante, algo que puede herirnos. Sentimos cómo nuestro cuerpo responde: aumenta nuestra presión arterial, la glucosa en sangre, la actividad cerebral, la coagulación de la sangre, aumenta la adrenalina, la sudoración, se dilatan las pupilas, se detiene el sistema inmunitario y toda función no esencial… En definitiva, cuando sentimos miedo nuestro sistema límbico se activa para dar una respuesta ante ese peligro: enfrentándose, paralizándose o huyendo.
El miedo es una emoción necesaria, es un sentimiento innato que garantiza nuestra supervivencia. Hace que evitemos y seamos conscientes de los peligros externos que pueden dañarnos. De tal forma que, si el hombre no tuviera miedo al fuego, se quemaría. Pero, ¿qué ocurre cuando se teme algo que no es un peligro real, cosas que no suponen una amenaza?
Hay situaciones en las que consciente o inconscientemente anticipamos que nos va a pasar algo malo, ya sea daño físico o emocional, y por ello evitamos estas situaciones. Esto influye negativamente en nuestra vida, incluso creándose fobias. La fobia es un trastorno psicológico que se caracteriza por un temor intenso e irracional hacia un objeto o una situación, ante su presencia o anticipación (el simple hecho de imaginarnos en esa situación o imaginar el objeto en sí, nos produce esta reacción). La mayoría de las fobias se adquiere por condicionamiento clásico (https://es.wikipedia.org/wiki/Condicionamiento_clásico), tenemos un estímulo (un objeto o situación) que en varias ocasiones hemos asociado a cierto daño físico o emocional, con lo que cuando se presente el estímulo se producirá la misma respuesta de miedo, aunque no se produzca ese daño. También se puede dar por aprendizaje, es frecuente “heredar” los miedos de nuestras personas significativas o incluso por transmisión cultural. Puede darse fobia a animales, a las tormentas, a la sangre, a las agujas, a los espacios abiertos o espacios cerrados, a hablar en público… El miedo se puede expresar de muchas maneras y cualquier cosa puede ser susceptible de desarrollar una fobia. Lo que nos interesa es ese miedo, cómo y por qué se origina y cómo superarlo con los recursos que tenemos.
Cuando tenemos miedo a partede sentirnos en una situación amenazante para nosotros, sentimos la ausencia de seguridad y confianza, una baja capacidad de control de la situación e incertidumbre acerca de cómo se resolverá. Si el miedo no es real, es decir, no corresponde a ningún peligro del mundo real, se convierte en una emoción desadaptativa, nos llevará a evitar situaciones que incluso nos pueden favorecer. El mecanismo sería evaluar una situación a la que tenemos que enfrentarnos e imaginarnos el peor escenario posible, dando como resultado la respuesta de evitación.
¿Cómo afrontamos el miedo? El primer paso sería aceptar la emoción, es normal que ante cualquier cambio o cualquier situación nueva reaccionemos con miedo, nos surgen dudas, nervios…Ante una entrevista laboral nos ponemos nerviosos, intentamos prepararnos para esa situación, pero es algo que se escapa de nuestro control, hay muchas variables que influirán (el entrevistador, el formato de entrevista, la política de la empresa, los conocimientos que tengamos, cómo nos sintamos ese día, etc.) y no podemos anticipar qué va a pasar. Sentir miedo es normal, siempre que la respuesta se adapte a la situación. Sin embargo, el miedo irracional y desproporcionado, que nos hace imaginarnos que la situación va a terminar de la peor manera posible, es un impedimento para nuestra vida. Nos condiciona en nuestras elecciones y nuestra manera de vivir negativamente. La mejor manera de enfrentarse a ello es acudir a un especialista para hacerlo consciente y conocer por qué nuestra mente utiliza este mecanismo ante determinadas situaciones. El conocerse a uno mismo es la base para la superación personal.