La dependencia afectiva o emocional es un estado psicológico, desadaptativo, que consiste en el sometimiento a otra persona por miedo a su respuesta emocional, a que no nos valore, a que se enfade, a que nos abandone, etc. Se establecen relaciones en las que se sufren mucho, pero para la persona no hay mayor sufrimiento que el miedo a la separación (a la soledad, a no encontrar una pareja, a sentirse impotente…). La otra persona se convierte en una necesidad, en el centro de nuestra vida, impidiendo vernos a nosotros mismos, lo que somos, lo que deseamos, lo que sentimos. Esta dependencia tiene graves consecuencias en una autoestima ya dañada, llevando a sentimientos de inferioridad, de impotencia, de inseguridad, angustia y ansiedad frente a la soledad, tristeza e incluso depresión.
Algunos signos de estar atrapado en una relación dependiente serían invertir una gran cantidad de tiempo y de esfuerzos en estar con la otra persona, a cualquier precio y siempre priorizándole por encima de uno mismo, ser consciente del malestar, pero ser incapaz de romper el vínculo patológico e incluso que la ausencia de la otra persona produzca síndrome de abstinencia (irritabilidad, angustia, tristeza, insomnio…).
También puede darse una adicción al amor, en este caso existe una actitud en la persona que le lleva a la búsqueda continua de un sentimiento intenso como es el enamoramiento, necesita sentir continuamente ese sentimiento, lo que le lleva a pasar de pareja en pareja rápidamente, sin elaborar un duelo por la pérdida de la pareja ni establecer una relación profunda. Son personas que sienten un gran vacío interior y tratan de llenarlo a través de la intensidad emocional.
A pesar de hablar de adicciones amorosas y emocionales, no debemos confundir esto con el amor. No es amor lo que se siente en estas situaciones, sino dependencia, necesidad de estar sometido o en ocasiones de someter (actuar posesivamente) por temor a la soledad. En una relación amorosa saludable hay respeto por la individualidad del otro y de uno mismo: vemos al otro en sí mismo, no como alguien que alivia un sufrimiento o a quien se necesita por una falta de la propia personalidad, al igual que nos vemos a nosotros mismos independientes de la otra persona y con capacidad para crecer individualmente.
Las causas que llevan a la dependencia emocional pueden ser múltiples. Las relaciones que establecemos con los demás son reflejo de la relación que establecemos con nosotros mismos, con lo cual para encontrar la causa y la superación de este estilo relacional patológico habría que hacer un análisis personal, ver qué miedos, angustias, deseos o experiencias están manteniéndolo.
El primer paso para tratar la dependencia amorosa será el reconocimiento de la adicción, aceptar que se ha perdido el control y que no se es autosuficiente para resolver el problema, perdir ayuda a un profesional para trabajar este enganche. El autoconocimiento, la elaboración y el autocontrol son fundamentales en el proceso de recuperación de la autonomía y la individualidad.
Sonia Moreno.